sábado, 1 de mayo de 2010

LA IMPARCIALIDAD DEL CORAZÓN

He empezado mi pequeña escalada al monte "Primavera". Armonizo con el universo de las emociones, las sensaciones y las razones, encontrando exuberancia, plenitud, ternura, paciencia... Poco a poco voy digiriendo la astenia primaveral. Pero tras una pequeña reflexión, me doy cuenta de que no era tanto el polen y el sol, como mi absorción de los gestos y las palabras de los demás. Me explico. Las personas me entran por el corazón y me generan unas contracciones pavorosas. No es lo mismo una palabra escrita en un libro o en un diario, a esa misma palabra dicha por alguien a quién quiero. Cuando alguien a quien quiero (cualquiera a quien aprecio) dice algo pierdo toda la imparcialidad y me cuesta mucho defenderme. Acabo justificando cosas absurdas, y me martirizo por pensar que soy terriblemente manipulable. ¡Yo, que me consideraba una persona con criterio propio! Tal vez de ahí que lea tanto o me esconda tras la máscara teatral.



Siempre me han atraído más los rasgos como la creatividad artística, el sentido del humor, la fuerza de la argumentación rigurosa y científica o una sarta de historias bien contadas y llenas de ingenio y de imaginación. Me decanto por la creatividad y el discurso bien construido. Pero una vez las personas me entran en el corazón, polarizo gran parte de mis preferencias, y además con contundencia. Habrá quien me diga que es la testosterona o la eclosión del deseo o la unidimensionalidad de la tarea en la que me centro (como hombre con las neuronas bloqueadas). Pero creo que son los intercambios afectivos y la imparcialidad que me gobierna.




Todo lo que hacemos, lo hacemos para nosotros. Lo condenable no es que no sepamos sacrificarnos por los demás, sino que no nos sacrifiquemos por uno mismo. Lo que me destruye es que ponga a los demás de excusa, ser tan cobarde como para no aceptar que mis actos no son para mi. Se trata de esa responsabilidad con uno mismo y sus emociones, sensaciones y razones. No cerraré mi alma a nadie, pero intentaré ser más objetivo. No aceptaré las necesidades que me crean los demás, sólo por el hecho de sentirme acompañado.

2 comentarios:

Pocahontas dijo...

El problema no es hacer las cosas por el propio beneficio, sino hacerlas con poca ambición sólo para huir del miedo.

Cenicienta dijo...

no sé si et refereixes a algú en concret, però tots necessitam algú en algun moment que ens doni la raó o ens posi els peus a terra, o que es deixi utilitzar per a justificar els nostres pensaments o les nostres errades, hi ha persones amb les que no som imparcials, la barreja entre admiració i estima ens fa no ser objectius, però jo estic contenta tenint un matalàs on caure de tant en tant