jueves, 8 de julio de 2010

UNA ESCUELA QUE NO AVANZA

No es ninguna novedad si digo que la escuela está anclada en metodologías del siglo pasado. Bien es cierto que han cambiado algunos aspectos más ofensivos, como los castigos físicos o la degradación que sometían los maestros a sus alumnos. Tenemos mucha bibliografía al respecto. Incluso podemos preguntar a nuestros padres o abuelos sobre el tema. Pero en el fondo, la escuela es un dinosaurio que no evoluciona según los avances de la sociedad científica y/o cultural. Estos días, después de escuchar miles de actividades y ver miles de programaciones, tengo cierta sensación de derrota. Empiezo a ver que el cambio de la institución es mucho más complicado de lo que me pensaba. Tengo la sensación de que hay mucha comodidad y desconocimiento frente a nuevos métodos.

Pongamos un ejemplo que argumente este desfase: ¿Qué ha ocurrido con los conocimientos aportados por las neurociencias en las últimas décadas? Han sido, por ejemplo, aplicados a la medicina. Patologías mentales como la depresión se tratan mediante fármacos que actúan sobre los neurotransmisores. Sin embargo, y aunque resulte paradójico, los estudios del cerebro apenas han sido aplicados a la mejora del sistema educativo. No ha habido una conexión sistemática entre los avances en neurología y los sistemas educativos. No hay una teoría pedagógica que ampare estos descubrimientos.

MI pregunta es: ¿Por qué se produce este desfase en educación, dónde aún hay quien usa paradigmas de siglos anteriores? Una respuesta se encuentra en el libro de Sarah-Jayne Blakemore, Cómo aprende el cerebro. Las claves para la educación, editorial Ariel. Allí nos dice que mientras que para la medicina, la actuación resulta de vida o muerte, en educación las cosas no son de vida o muerte “donde los efectos no son tan inmediatos”. Tal vez esta distensión es la que crea la laxitud. Pero “la educación es una técnica que produce cambios en la mente a través de sus categorías y sus conceptos”. Muchas veces olvidamos que la educación, el aprendizaje es continuo y no acaba al llegar a la vida adulta. Y dependiendo de la base que le demos a nuestro cerebro, de la plasticidad en sus conexiones, será mucho más ventajoso o desfavorable.

Hace unos días escuché una entrevista a Francisco Mora, doctor en Medicina por la Universidad de Granada y en Neurociencias por Universidad de Oxford,entre otros muchos títulos. Según él, las sinápsis, las conexiones neuronales, cambian con el proceso de aprendizaje. Ese significa que nuestro cerebro está en cambio constante, nunca es el mismo. Lo que podemos hacer es construirnos a nosotros aprovechando esos cambios, “Porque podemos orientar la información de ese aprendizaje y de la memoria, en la dirección que, de alguna manera, nos gustaría que llevara”.

Evidentemente, no tengo una solución al problema, pero tengo ganas de buscarla, de luchar por un sistema que nos ayude a avanzar. La respuesta se me hace difícil. Lo que está claro es que estos días veo un tipo de conocimientos que poco tiene que ver con las necesidades de la vida real o para entender lo que nos sucede; un modelo de enseñanza viejo, el del profesor que sabe transmitiendo un saber que atesora a quien está en proceso de aprender con pocas o ninguna posibilidad de interacción o de estímulo. O la mala formación de los educadores que no acaban de adaptarse a las nuevas situaciones sociales y económicas (incluyendo, sorprendentemente, a aquellos que recién salen de las universidades). Reflexiones necesarias y urgentes para acabar el curso.


2 comentarios:

Wonder dijo...

m'acab de prometre a mi mateixa que si algun dia m'animo a fer alguna carrera serà la de mestre, m'agradaria ser un bocinet d'aquest canvi que tanta falta ens fa als pares de la societat del futur... és molt difícil estar a l'altura que aquest canvi que necessita l'educació espanyola, principalment perque hi ha molt pocs mestres que ho siguin per vocació

Anónimo dijo...

mmmmm... a veure si acabes amb les opos i desconnectes per un temps de l'àmbit educatiu! Però tens raó. De totes maneres darrerament penso que l'evolució és difícil en tots els àmbits, els humans som éssers de costums, esencialment ganduls i mandrosos, ja ens va bé allò que coneixem perquè en sabem els límits i possibilitats i per això ens neguem a apostar per noves opcions. Al llarg de la història sempre ha costat engegar els canvis i materialitzar-los, de vegades semblen caldre períodes pleistocènics per introduir canvis mínims... ai... de què parlàvem?