ARQUITECTURAS PERDIDAS

Hoy he empezado a sentir como estúpida la razón de construir, con recuerdos, nuestra memoria. Sin cimientos estables, los recuerdos van amontonándose uno tras otro, en pleno caos, para salir a la superficie de manera aleatoria y fugaz, prevaleciendo como una burbuja de jabón. No quiero que mi vida gire sobre un eje inestable. Y me digo: "no pensaré", pero absurdamente ya he empezado a hacerlo. Así que retomo un tema y me libero escribiendo sobre él. Podría justificar la ausencia de ideas diciendo que la humedad de estos días no las dejaba pasar o que tenía las manos sometidas al movimiento de los ojos.

No quise escribir en caliente, porque entonces mis palabras habrían tenido eco, y el texto se llenaría de ruidos molestos. Esperé a digerir la aparición del recuerdo. Esperé a que Proust se retirase con su trágica miseria del vivir hasta otro lugar. Hoy vi la gente ir y venir, agresivos, tranquilos, dormidos o iluminados, mostrando una impúdica proclividad a lo políticamente correcto.

Pero no me siento triste ni abatido. Simplemente me dije que no pensaría. El único que nos salva del tiempo es el mismo tiempo. Así que cuando apareció ese recuerdo, esa arquitectura perdida de los veranos, decidí esperarme sentado en el andén, para evitar volver a caer en sus estructuras.