viernes, 29 de agosto de 2008

EN EL UMBRAL DE LA PUERTA

Odio cuando alguien me dice eso de “No te preocupes. Cuando se cierra una puerta, siempre hay otra que se abre”. ¿No se dan cuenta de que eso es más falso que “La isla de los famosos”? ¿Acaso somos como NIcole Kidman en “Los otros”? Es una frase digna de la pseudopsicología. Es imposible que sea cierta, a no ser que las dos puertas estén conectadas entre ellas y el movimiento de una active a la otra, como una especie de efecto pórtico-mariposa. (Algo que los fervorosos del destino parecen creer.) Si se me abriera una puerta de manera misteriosa, sólo por efecto dominó, yo no entraría por ella. Lo más probable es que me volviese tras mis pasos y aporreara la puerta cerrada para poder volver a entrar. Y como yo muchos.

Otra explicación es que tengan unos sensores de movimiento involucrados, como en un supermercado, y la puerta se abra al captar nuestro cuerpo al atravesar al otra. (Cosa estúpida) Otra posibilidad para que la frase sea correcta es, que el cierre de la primera puerta crease una presión en el aire, tipo pedo aprisionado en el intestino, de manera que la segunda puerta se viese obligada a abrirse o reventar. Esta tercera manera, además de apestosa, acabaría con nuestros órganos internos. Bueno, esto último no lo sé del todo cierto. Se me ocurre otra posibilidad a partir de la reversibilidad, pero eso nos dejaría en el mismo lugar.

Está bien tener optimismo para poder abrir nuevos frentes y salir de una crisis, pero sólo con ello no lo haremos. Es como salir a la calle y gritar “Hoy me va a tocar la lotería” y no comprar boletos. Hace falta ser realista y tener afán de superación. Well, el destino no abre puertas, ni nos pondrá un piso en el centro de la ciudad. Así que, la próxima vez que alguien quiera consolarme con esta frase, mejor se limite a callar y a abrirme nuevas posibilidades de camino.

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