Érase una vez un candidato que prometió no robar. La gente le votó, alcanzó el poder e incurrió en varios delitos de corrupción. Los electores le reprocharon su comportamiento y él argumentó que las campañas electorales son muy caras y que la petición de dinero a los beneficiados de concesiones urbanísticas, obras y adjudicaciones de todo tipo era una práctica común.
El tema de este mini-relato es, de alguna manera, muy común en nuestros días y en muchas instituciones. Estos personajes aparecen en el mundo de ficción bajo la versión de un malvado gigantesco o un feroz animal que amenaza con devorar al héroe o protagonista, que, a no ser por su astucia, no tiene medios para enfrentarse a su adversario.
Sin duda, la sociedad tiene mecanismos para derrotar a estas enormes criaturas. Sólo necesitamos hablar en voz alta y reclamar aquello que queremos. Luchar con la palabra, usando nuestra astucia. Dictemos una sentencia sobre la vanidad del monstruo. Demostremos al corrupto que no nos rendiremos. Demostremos que el poder siempre estuvo en el pueblo.
2 comentarios:
Anda, però si ara agafen també als amics dels corruptes! més canya, i més pena els hauria de caure. Pensen que com duen tota la vida vivint sota la ilegalitat i no els passa res, poden seguir robant i fent pasta d'aquesta manera...
Peoncita, ¿viste ayer el caso de santos, el concejal cocainómano de palma? Fue muy fuerte. estamos en manos de energúmenos, descerebrados, de basura. Me uno a tu grupo de queja y lucha contra el gigante.
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