Adorados y plateados lectores de mi blog, que como dice la canción de Amaral “Sin vosotros no soy nada, una gota de lluvia mojando mi cara”. Después de recibir algunos “e-mails” en desacuerdo con una entrada de mi blog, hoy quiero argumentar mi postura. Me llama mucho la atención el esoterismo de pacotilla que sobrevuela hoy sobre las filosofías orientales. Por un lado pienso que se debe a la pérdida de raíces, pero eso es simplificar el argumento y darle la razón a los fundamentalismos. Aunque reconozco que hay una parte de razón en ello. Tal y como está organizada la sociedad (movilidades sociales, arquitecturas antiecológicas...) tenemos un abonado caldo de cultivo, dónde lo que prima es la sumisión, machacando el fomento de la crítica y la creatividad (se acaba con la rebelión). Los valores sociales van siendo cada vez más débiles. El hombre (genéricamente) lleva por bandera una trilogía nihilista: hedonismo, consumismo y la relatividad, todos ellos enhebrados por el materialismo. ¿Me seguís, verdad? El resultado es un ser sin sustancia, sin contenido, entregado al poder, al éxito, al gozo ilimitado (Sólo basta ver que nuestro país es uno de los primeros en apuntarse a mil y un cástings).
En este contexto, no es de extrañar que aparezca una búsqueda de la identidad, la proliferación de grupos, de movimientos, de comunidades, tribus, sectas... Esto no es negativo, ya que es un paso para estabilizar. Lo malo es que en la mayoría de las ocasiones no se profundiza en el origen místico y se convierte a las personas en presas fáciles de las supercherías (las políticas de extrema derecha o neo-com son un ejemplo). Es muy natural sentir una preocupación por el sentido de la vida. Lo que debemos evitar es el totalitarismo doctrinario, que lo único que hace es obstaculizar el dinamismo de la misma vida.
Ahora aspiro a recapitular: Me enfado con los fundamentalismos, con las frases hechas, con todo aquello que nos somete (“porque es pecado”, “porque no es bueno”, “porque está prohibido”...) y nos impide “ser”. Al fin y al cabo, se trata de vivir sin fisuras. Con nuestras dudas, nuestros titubeos y con mil rodeos, pero sin fisuras. Vivir de acuerdo con uno mismo. Sin apearse del autorrespeto. Como decía Baudelaire en uno de sus poemas “debemos ser sublimes son interrupción”, hacer en cada momento lo que hay que hacer. En fin, ser a cada momento lo que toca ser, sin forcejeo por parte de miedos o presiones. Vaya, que la respuesta que os doy es: Vivid vuestra vida, y dejad a los demás vivir la suya. He aquí la “paideia”.
P.D. La próxima vez podéis escribir en el blog. Yo no os censuraré.