martes, 6 de octubre de 2009

ATRIBUCIÓN

Cada día hacemos o escuchamos atribuciones de los demás. Pasamos mucho tiempo intentando averiguar las razones que tienen aquellos que se encuentran a nuestro lado para actuar de la manera en que lo hacen. De la misma manera que intentamos averiguar nuestras conductas (o al menos yo lo hago), pero... no lo hacemos de la misma manera. Y aquí es donde vengo a meter el dedo, en la llaga de las atribuciones. Si se trata de explicar nuestros actos nos centramos en las circunstancias: "Yo no soy mala persona, son los otros que me hacen enfadar"... Lanzamos un mensaje donde si nuestro comportamiento es malo la culpa es de las circunstancias.

Pero sin embargo, con los demás, a menudo cometemos una injusticia: el “error fundamental de atribución”. Ese sesgo consiste en desechar la situación y creer, siempre, que lo que ha hecho una persona es debido a características fundamentales de su personalidad. Si hemos visto a alguien gritando, esa persona sí es agresiva. Y si alguien bebe una cerveza con los amigos, lo hace porque es alcohólico. Una de las razones que nos lleva a esto es la falta de empatía. Pero cuidado, el mal no está sólo en atribuir. Lo doloroso llega con las consecuencias que puede tener en la vida privada.



En ámbitos de nuestra sociedad se tiene la fuerte convicción de que si eres pobre es porque eres vago o porque no quieres trabajar, lo cual todos sabemos que no es del todo cierto. Me parece muy cómodo, pero poco presiso, juzgar los actos de la gente de “bueno” o “malo”. Sé que lo hacemos como una forma de simplificar nuestras vidas y que, en general, es imposible no prejuzgar a la gente aunque sea inconsientemente. Aún así no nos haría mal ponernos en el lugar de los demás de vez en cuando.


A nivel político, la cosa se desmadra y se hace peligrosa. Quizá algún alemán, en tiempos del holocausto judío, pudiera excusarse -con alguna razón- en un “nunca lo supe”… Incluso, más fácil, en un “yo no he sido”… En estos tiempos de Globalidad Planetaria que estamos viviendo, ni encuentro posibles los “yo no he sido” o “no es culpa mía” ni, mucho menos, los “no lo sabía”… Lo del “error fundamental de atribución” parece evidente: nos pasa a todos y casi sin esfuerzo, como un mecanismo automático… Es más, en caso de no existir verdadero “error”, incluso nos lo inventaríamos; con tal de etiquetar y neutralizar simpatías a favor de alguien. Tenemos muy mala leche. Nunca entenderé por qué.

3 comentarios:

Lacuerda dijo...

Yo, que comparativamente puedo ser una privilegiada respecto al que vive en una chabola, siento que poco puedo hacer. Así que, extrapolando, el que tiene mucho puede hacer muchísimo menos.

Cenicienta dijo...

Juzgar es fácil, suele ser la corriente general, opinar sobre los demás sin interesarnos por los motivos o por el camino que se ha hecho para llegar al estado final. La gente tenemos tendencia a, como dice aquel refrán, ver la paja en el ojo ajeno...
Empatizar no lo es tanto, puede ser la solución para comprender nuestro alrededor, pero cuidado, puede que empatizando lleguemos a sentir la angustia del otro, y además, la empatía se puede volver en nuestra contra cuando se utiliza falsamente para conseguir simpatía. Suerte.

Anónimo dijo...

¿? Lacuerda no t'entenc... Com deia aquell gran filòsof del segle XXI, el Sr.Simpson (Hommer), "estaba así cuando yo llegué"