Cada día siento más odio y repulsión por la jerarquía eclesial. Ya me mordí la lengua al conocer los manuales de sexualidad que ha realizado el arzobispado de la comunidad valenciana, para realizar en escuelas concertadas. La lección es la de siempre: hacer sentir culpables a los demás. A los niños hay que inculcarles sentido de la responsabilidad. No sentimiento de culpa, señores míos. Uno lee lo que dice la Generalitat al respecto: “Los obispos están haciendo lo que les corresponde”. Se le añaden las declaraciones de la supernumeraria del OPUS que ha realizado el material: "Proponemos decir la verdad a los niños sobre sexualidad". Pues si quieren decirle la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, que les cuenten también que hay curas que están obligados a la abstinencia y sin embargo fuerzan sexualmente a menores. (No seguiré por aquí, porque me caliento muy fácilmente).
Hoy, leo en los periódicos que el Papa vendrá en Noviembre a visitar Santiago y Barcelona. Y lo que me ha movido a escribir es lo que nos va a costar. Cuatro millones de euros! Esa es la cantidad que la Xunta de Galicia ha consignado como presupuesto para las ocho horas que el Papa pasará en Santiago el próximo 6 de noviembre. La pregunta es ¿quién paga la fiesta? Los contribuyentes, claro. Un gasto público millonario para 36 horas de visita. Tengo el estómago “erupcionando” ante tal despropósito social. Yo pensaba que era el representante de Dios en la tierra, y por lo tanto, un ejemplo de humildad y austeridad. Y, con todos los respetos, no parece muy pío imponer a los ciudadanos cargas pecuniarias superfluas cuando les están pidiendo cada día nuevos y más duros sacrificios para hacer frente a la crisis económica. “Apretemos el cinturon” “We can” Y luego se la volvemos a meter doblada al populacho. Y que conste que no me meto con la religión ni las creencias, sino con las hipocresías de este “evento de interés especial” que conlleva un coste significativo para la sociedad.
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