jueves, 22 de julio de 2010

MOTIVACIÓN EN EDUCACIÓN

Tal vez debería aprovechar el verano para descansar. Y así lo hago. Pero hay momentos donde se hace inevitable no leer sobre educación. Consciente de mis limitaciones o desconocimientos sobre algunos temas, estoy ampliando la bibliografía sobre las COMPETENCIAS BÁSICAS. Es una realidad que nos está entrando en las escuelas, y que a muchos los coge en ropa interior. Hace unos días, en el debate del Estado de la Nación, nuestro presidente decía que España tiene uno de los mejores sistemas educativos del mundo. Pero yo discrepo totalmente con él. La educación tiene muchos problemas en general. Uno de los más graves a mi parecer es la producción de personas con competencias limitadas, presentando graves déficits de resultados junto con unas dosis enormes e inaceptables de fracaso escolar que se prolongan en el tiempo y no remiten. (Podemos encontrar muchos datos que nos corroboren esta realidad, que parece desconocer nuestro presidente) Algunos nos planteamos ¿Por qué ocurre esto? La respuesta puede ser variada, como la mirada del observador. En mi opinión y en la de mucha más gente ocurre porque el propio sistema educativo conduce implacablemente a muchos alumnos a un callejón sin salida dada la imposibilidad que tienen de desempeñar ningún papel positivo en el seno de una institución que por ahora es estructuralmente incapaz de dar una respuesta eficaz a la enorme diversidad del alumnado y a un mundo en cambio constante. Es el propio sistema el que los empuja a un profundo desinterés, e incluso aversión, por todo lo que signifique formación o cultura.

Pero más preocupante que el abandono (que es una de las múltiples puntas del iceberg llamado fracaso institucional), creo que es la falta de entusiasmo y de compromiso de buena parte del alumnado. Una falta de entusiasmo que no necesariamente los lleva al fracaso o al abandono, pero si a una vivencia apática y desinteresada del proceso de aprendizaje. Cumplen con el trámite educativo sin ver satisfecha ninguna de sus expectativas vitales. ¿Quién no recuerda clases aburridas donde pensábamos que lo que nos explicaban no nos iba a servir para nuestra vida? ¿Quién no se ha hecho preguntas sobre un tema, que ningún profesor ha sido capaz de contestar o incluso a rematado diciendo “esto no entra en el tema”? Reflexiono sobre mi escolarización, incluso en etapas como el bachillerato o la universidad, y recuerdo asignaturas con una estimulación inexistente, donde de no ser de un esfuerzo de voluntad habría tirado la toalla. El refuerzo negativo en la estimulación nos lleva a lo que ahora vemos en las aulas: el abandono. No se produce el deseo de continuar aprendiendo ni el convencimiento de que vale la pena hacerlo.



Transmitir pasividad al alumno, hacerle vivir su escolarización sin entusiasmo, es una infracción muy grave. O al menos debería serlo. ¿Cuándo se darán cuenta pedagogos y profesionales de la educación de que están desperdiciando la única e irrepetible oportunidad que cada persona tiene de dotarse y de gozar de una buena educación? A muchos se les llena la boca con la palabra motivación, pero no hay una práctica que la sostenga. Sin motivación, si no hacemos partícipes a los alumnos de su propio aprendizaje, difícilmente estaremos ayudándole a que defina su proyecto personal, establezca las bases de una visión amplia y abierta del mundo y alimente el deseo de vivir de manera ética, autónoma y racional.


Pero no cargaré las tintas únicamente contra los alumnos. Creo que queda claro quién está al otro lado de la mesa: amplias capas del profesorado, insatisfechas y amargadas, a veces acomodadas, que acusan a los jóvenes de comportamiento antisocial cuando precisamente son ellos quienes les imponen un sistema de vida académico estático, pasivizante, poco sensible al desarrollo personal y escasamente proclive a la relación con el mundo exterior, a la actividad social y a sus correlatos participativo y expresivo. También una sociedad que no ve o no acepta su papel en la educación de esos jóvenes y que se lava las manos, como Poncio Pilatos, en foros y plazas.

Hablar de fracaso escolar, de abandono, es tocar un tema incómodo para la sociedad educativa. Es cuestionarse las buenas prácticas educativas y las actuaciones docentes. Es admitir la necesidad de cambiar. Podría resumirse en una cuestión general y amplia: ¿Es el mismo sistema educativo el causante de sus propios problemas? Parcialmente, creo que así es. Pero también creo en la existencia dentro del sistema de las soluciones. Sólo se trata de querer encontrarlas, diagnosticarlas y afrontarlas. Tenemos muchos caminos por escoger: la resignación, la huída o la aceptación del reto. Se mire por donde se mire no podemos seguir ofreciendo “más de lo mismo”. Se habla de autoevalución, mientras se aplaza el análisis que nos conduciría a ciertos replanteamientos imprescindibles.





No queramos disimular en esa aceptación del reto la reclamación de más recursos económicos, si son para apuntalar una estructura caduca, si es para mantener las rutinas de un sistema del pasado. Nuestro papel es el de reclamar más recursos para emplearlos en planteamientos nuevos que contribuyan a superar las disfunciones del sistema. Hay que dejar de justificar el un sistema de vida académico estático y pasivizante. Debemos aceptar nuestro papel en la construcción de un futuro más prometedor, más eficiente y más satisfactorios en lo personal, lo económico y lo social.

3 comentarios:

oscar dijo...

Los grandes números sobre el fracaso escolar y el abandono prematuro del sistema educativo representan una auténtica losa. Es complicado trabajar en avances de rendimiento académico. Apoyo tus ganas de seguir buscando soluciones.

Anónimo dijo...

Crec que la solució està en mans dels que ens dediquem a això de l'ensenyament. N'hi ha prou amb no baixar el nivell d'exigència. això sí, amb l'alta possibilitat de quedar-te sol i convertir-te en un "problema objectiu" per a les autoritats.

Pel que dius dels docents universitaris, molts de nosaltres malgrat voler i poder finalitzar els seus estudis ens trobem amb professors ineptes, indignes de dir-se docents i que segueixen aferrats a la seva butaca del despatx pel simple fet de ser funcionari. M'agrada l'enfocament del fracàs escolar des de les dues parts, alumne i sistema.

Anónimo dijo...

bufffff...quin rollo Jesús!