domingo, 12 de septiembre de 2010

HEGEL, AMO Y ESCLAVO

Estos días estoy cometiendo una mala praxis filosófica y automedito mucho. Anoche, con una tónica en la mano y una cantante sobre el escenario de la isla de Ítaca, pensaba en Hegel, el filósofo romántico.

¿Qué es lo que el hombre desea? En la Fenomenología del espíritu, una de sus obras maestras, desarrolla la dialéctica del amo y el esclavo. Aquí plantea el inicio de la historia, de las relaciones humanas. “La historia comienza cuando se enfrentan dos deseos, dos conciencias deseantes.” Aquí diferencia entre deseos humanos y animales.

El deseo de un hombre desea el deseo del otro, es decir, desea que el otro lo reconozca. Desea su sometimiento, el reconocimiento de sus deseos. En cambio, los animales desean cosas. Para Hegel la relación entre amo y esclavo no es sólo la de sometimiento, sino también la de reconocimiento. El amo es tal porque el esclavo lo reconoce como amo, y el esclavo se convierte en esclavo desde el momento en el que el amo le asigna el papel de esclavo, es decir, le trata como esclavo. Es decir: el reconocimiento externo es tan necesario como las relaciones objetivas de la sociedad.

El gran descubrimiento de Hegel es que la conciencia es deseo, saca la idea de conciencia como una interioridad que tenían los idealistas. Al ser conciencia deseante se expulsa: "lo que deseo es el deseo del otro". Y aquí es donde se encuentra el enfrentamiento: deseo que el otro se me someta, deseo que me reconozca. Y el deseo del otro es que yo haga lo mismo, que le reconozca y me someta. Este enfrentamiento tiene una resolución porque los dos en determinado momento saben que están emprendiendo una lucha a muerte. Pero al final se resuelve porque una de las dos conciencias tiene miedo, temor. Es en ese momento que antepone su temor a su deseo. Es más fuerte su temor a su deseo de ser reconocido por el otro.


Anoche, me contemplaba quieto, tendido como en la sombra, con los párpados vencidos, aplacado sobre la existencia de otros seres, dulcemente curvado como viento cálido sobre el pecho. Pensaba en la escala de silencios que se nos revela cuando no hay temor ni deseo de someter. Pensé en lo fraudulento de Hegel cuando todavía hay calor en la piel, pero bate la mudez. Me preguntaba si necesariamente he de desear mi reconocimiento. Y así volvieron las preguntas previas al acto: quién me llama, quién me dice, quién me clama, en un remotísimo hundimiento de las entrañas.

8 comentarios:

Cenicienta dijo...

Ho dius tú mateix, automedites massa, o no, en realitat penso que no és dolent fer-ho, però si no ho fessis no podriem gaudir d'aquestos tractats sobre els sentiments que patim. Dius el que molts pensam, és una de les raons de la meua estima. Ja et notava jo molt pensatiu...

Lacuerda dijo...

Me cuesta seguir la explicación que haces, pero veo que piensas mucho. Supongo que en todo tipo de relaciones hay siempre alguien que tira y otro que se deja arrastrar. Pero eso no tiene porque ser malo. Lo ideal es que no siempre sea el mismo quien tira o quien se deja llevar.

chuscartes dijo...

A partir d'ara intentaré ser més pragmàtic...

Lacuerda para hallar la libertad primero ha de haber sometimiento, porque si sabemos lo que es ser esclavo, podremos reconocer la verdadera libertad cuando llega. Mi planteamiento es ¿Qué sucede cuando no hay deseo del deseo del otro? ¿Cómo explicamos esa convivencia?

Lacuerda dijo...

Todos somos Amos y esclavos simultáneamente en cada ambito de nuestra vida. somos esclavos de quien este arriba y amo de quien este abajo.

oscar dijo...

Jesús, una consecuencia de esta manera de ver la realidad es que se absolutiza al Estado frente a las personas, por lo que el hegelianismo está en la base de todos los totalitarismos modernos –y en todas las seudodemocracias como los EE.UU. y la Unión Europea. Ya sea a través del diálogo y la colaboración, o de la resistencia y la lucha más o menos solapadas, con todos sus condimentos de murmuraciones, mentiras, injurias, calumnias, hostilidades, actitudes deshonestas, etc., lo cierto es que un sector tiene el látigo en sus manos –el amo– y el otro recibe los latigazos –el esclavo–. Lo importante de su teoría es que el esclavo no sólo sufre, sino que el individuo o el grupo dominado trata de encontrar la manera de hacerse a su vez con el poder, con el látigo, no sólo por un comprensible deseo de venganza o revancha, sino por exigirlo así la dialéctica de los acontecimientos. Así pues, dentro de la dialéctica del amo y del esclavo no hay lugar para la negación del deseo. Si no hay deseo, como dijiste, hay miedo.

@IRE dijo...

¿.......?

Dorothy dijo...

Jo també he pensat coses molt estranyes amb un gintònic a l'Ítaca...

chuscartes dijo...

Gracias Oscar por tu comentario. Me aclaras bastante las cosas. Da luz a lo que no quería entender.

Dorothy, crec que va ser el cúmul de coses, més que la beguda i el lloc. M'hauria passat igual al replà de casa amb un suc de taronja a la mà.