martes, 16 de noviembre de 2010

Te conocí una noche

Cuando tengo la motivación bastante baja y la combino con la desazón me hago más letal que el gas mostaza. Avanza el tiempo, irrumpe en el fin de semana, de madrugada, con su carga de pecas, deseos y turbulencias. Me despierto con una canción en la cabeza.




Intento convencerme de las ventajas de volver a empezar. No recuerdo cuál de las cuatro manos fue la más impaciente, si la que golpeaba el teclado o la que acariciaba las palabras. Tampoco sé si nos damos cuenta de quienes somos cuando estamos cerca. Salgo a pasear por la playa, y al regresar me pongo a escribir para ir inflando el tiempo de expectación de esta nada con palabras. Pero es un ejercicio vano, ya que por mucho que quiera esquivar su mirada, siempre la acabo encontrando en el espejo.

1 comentario:

Wonder dijo...

Has de convencer-te de que tens el tresor més preciat per a qualsevol persona: ets gran, molt gran. Mira aquests ulls dels que parles i explica'ls-ho. T'estim i ho saps